Se desaconseja la lectura del texto siguiente, por extenso e irrelevante

Qué razón tienen Ciudadano Robespierre al cantar aquello de "Michael Moore, si no hay guerras ¿qué harás tú?" (¡con la melodía de Rascayú!)

Así en general, todos hemos vivido el esplendoroso momento en nuestra infancia en que nos sentimos útiles para nuestros padres. Por ejemplo, cuando mamá subió del mercado cargada de bolsas hasta las orejas, y nosotros íbamos con un paquete de chimos y una barra de pan, anunciando orgullosamente que “estábamos ayudando a mamá a llevar la compra”.

Exactamente igual, con el mismo sentimiento y la misma utilidad, al hacernos mayores seguimos disfrutando con el espejismo de ayudar al prójimo (eso a lo que Zipi y Zape llamaban “cometer” buenas acciones). Es lo que nos hace aconsejar al interlocutor que nos anuncia que lleva dos días resfriado que “tome leche calentita con miel y se meta a la cama a sudar”. Pues bien sabido es que la única forma de pasar una enfermedad es por medios desagradables (si escuece, es que se te está curando). En condiciones normales, a nadie le gusta sudar en la cama; y la leche caliente, con o sin miel, la inventó la Inquisición para arruinar las meriendas a los herejes, tiempo aquel en que no había café soluble ni cacao instantáneo para contrarrestar semejante repugnancia.

Con una media de 1,5 resfriados por año, contando con que la mayoría de los que visitan asiduamente PYJAMARAMA! ya pasan de los veinte años (menos la Mosqueperra, que tiene doce o trece), y presumiendo unos cuatro “consejeros” por persona, podemos calcular a bote pronto que nos habrán dicho unas ciento cincuenta veces en toda nuestra vida que tomemos leche calentita con miel y nos metamos a la cama a sudar. Ánimo, cincuenta veces más y este fabuloso iPod será tuyo, completamente gratis.

Cuando estás mal con tu novio, el reichstag se divide entre los que opinan que “si le quieres, tienes que aguantar” y los que ven claro que “es un cabrón, no te merece; lo que tienes que hacer es dejarle”. Por lo general tus amigos heterosexuales pertenecen a este segundo grupo (aunque también tus amigas solteronas o desengañadas), y están esperando a que termines con la galleta y sacudas el mantel, a ver si con suerte caen miguitas para ellos. Puedes contar conmigo para lo que quieras, aquí me tienes, si quieres hablar se me da bien escuchar, si necesitas un abrazo… Ya hay comandos en el Messenger que rebuscan entre un surtido de frases de ese estilo y colocan una al azar ante la llorosa compungida de afecto. Y escribiendo –sng al final, le mandas un mp3 ñoño para que “se anime, sonría, y vea que la vida sigue”. Hay que ver lo majo que es este Dani (siempre hay un puto Dani), es un sol. Y entretanto, el subconsciente coge la orden subliminal “Having sex with your best friend is quite nice”, la corta en rodajitas finas, la decora con hierbas aromáticas, y te la sirve vuelta y vuelta.

Y quien dice el novio dice la novia. Y quien dice la novia, dice el trabajo. Vale, si aguantas tú los abusos de mi jefe, yo te hago caso y sigo en el trabajo sin quejarme. De acuerdo, si me pagas las facturas cada mes, yo dejo mi empleo encantado y me dedico a escribir “Las Insondables Peripecias de Mofibefi y Escarnio”, ese cuento infantil válido también para público adulto que siempre he querido escribir.

Inciso: por “cuento infantil válido también para público adulto” entendemos toda historia con a) princesas, magos o animales que hablan, salpicadas de anacronismos y/o referencias paródicas a otras películas, personajes, cuentos, libros o anuncios de la tele; b) las apreciadas por aquellas personas, amantes de historias de princesas, magos o animales que hablan, que no se atreven a reconocerlo humilde y públicamente; c) las que alimentan nuestra nostalgia y no somos capaces de aceptar que lo que de pequeños nos pareció la obra definitiva, ahora nos parece una chufa parterresca; o d) cualquiera que tenga algo que ver con Roald Dahl o Tim Burton. Sobre todo si sale el actor este… cómo se llama…

Otro momento en el que el consejo, pedido o no, es inevitable, es toda vez que uno manifiesta su prejuicio hacia una película, libro u obra de teatro (¿recuerdan lo que son estas últimas? Esas que son como un episodio de telecomedia española, pero más cortas y sin que los actores hagan publicidad descarada de Nestlé y Sunny Delight). Porque si un conocido revela tener muchísimas ganas de ir a ver “La Cena Codificada del Último Templario” (remake americano de una de terror japonesa), lo lógico es que tú, como buen “conocido”, le recomiendes que no la vea, que es una mierda. Bien hecho, así aprenderá a dosificar sus ganas. En cambio, si el interlocutor no manifiesta ganas o interés alguno por “Los Diarios del Ocaso” (o cualquier película que incluya el sustantivo “palabras” en su título), se convertirá en nuestra cruzada personal el machacarlo para que vaya a verla, que no se la puede perder, que es sublime, maravillosa, espectacular y hasta cosas con más sílabas y mayor variedad de vocales. Y cuando la tengas en DVD, o bien se la haces tragar en tu casa, o bien le obligas a que te deje prestársela...

... que es lo que a mí me hicieron con Bailar en la Oscuridad, que auna Lars Von Trier, drama, Bjork, musical raro, concienciación social y pretensión de ser “BO-NI-TA”. Sólo faltaba que los actores se mordieran las uñas y chuparan huesos de aceituna para tener todo lo que odio. Obviamente, se la devolví a la dueña sin siquiera sacarla de la caja.

Y si la película te pareció una mierda, “tienes que verla otra vez; dale una segunda oportunidad”. Sí, como la primera vez que comí sushi vomité, lo mejor va a ser que le dé una segunda oportunidad. A lo mejor esta vez sólo me dan algunas arcadas.

Del mismo modo, todos tenemos que haber leído Los Pilares de la Tierra, La Sombra del Viento, El Perfume y La Conjura de los Necios para tener completa nuestra vida literaria. Son los cuatro libros que cualquier gafillas real o vocacional te recomendará. E imprescindible deleitarnos con la excelsa obra de algún poeta, principalmente Neruda. Lo juro, tras semejantes veinte poemas de amor, fueron dos los desesperados: la canción y yo.

¿Me aceptan un consejo? No den consejos. La gente es una desagradecida y jamás los valora como es debido. Si le recomienda que deje a ese macarra, seguirá con él porque lo ama. Si le recomienda paciencia, le faltará tiempo para romper con él. Al final alquilará American Pie 4, aunque usted le haya dicho que es una mierda por activa y por pasiva, y por mucho que se empeñe en dejarle "La Sombra del Viento", no se lo va a leer. Y no, por dios, no va a tomar leche calentita con miel, ni a meterse en la cama a sudar. Irá al médico a que le den la baja, y después se inflará a automedicación delante de la tele. Que es como mejor se cura.